Por Leonor María Asilis Elmudesi

La cultura de un pueblo se refleja en la música que escucha y en la danza que baila.
Quien les escribe no pretende dar un discurso moralista, pero sí unirme a las voces que se han levantado luego de ver el apoyo masivo y de alto costo que lleno en el Estadio Olímpico que estuvo repleto para escuchar a un cantante en extremo popular.
Aquí lanzo mis preguntas. ¿Qué resalta su música? ¿Cuál es el mensaje que envía?, ¿Ayuda a la formación de sus hijos?, ¿Qué tipo de bailes fomenta?…
No pretendo ni mencionarle, ni acusarle, sino con la aspiración de que tanto el como otros cantantes y cantautores reflexionen sobre la responsabilidad que tienen en cómo desarrollan sus talentos. Pienso que sería maravilloso si ellos mismos dieran un giro en sus mensajes y usaran su influencia para cambiar hacia el bien de esta generación.
Y sigo con mis preguntas. Se las dirijo a los padres que celebran esta mediocridad y sigo con figuras públicas, embajadores que hasta hicieron presencia en este concurrido concierto, quienes por la naturaleza de su oficio deben dignificar el quehacer social.
Basta de apoyar con nuestros recursos a estos maestros de la degeneración:
Insisto con los modelos de la niñez y juventud, los padres, como llevan a cabo su rol de orientación y guía, es que acaso no se dan cuenta de que en ustedes están puestos los ojos de sus hijos, ¿Cómo pueden decirle una cosa con las palabras y con sus ambigüedades las desdicen… donde están nuestras autoridades? ¿Por qué no buscan un mecanismo que frene esta proliferación de antivalores en nuestra sociedad?
Aunque no suenen, y es porque no se les da un micrófono, en nuestro país hay muchas como doña Zaida Lovaton vigía insigne de nuestra juventud en su tiempo…
Debemos buscar la forma para que la sociedad civil pueda exigir un mayor respeto a las tradiciones y a la vez un saneamiento de estas expresiones musicales. De no poner un freno, nos estamos dirigiendo a una degeneración cultural y social, que no nos traerá nada bueno.
No convirtamos a la República Dominicana la meca de la depravación, cuyos escenarios sean la incitación a todo tipo de vicios.
Músicos, aprendan de Juan Luis Guerra, dominicano modelo cuyo éxito rotundo ha escalado múltiples destinos internacionales.
La buena música no solo vende, sino que deja un legado de bien, y de buena enseñanza.
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